Distopía Autocumplida: El Futuro Que Tememos
Una distopía autocumplida, Epicentro Tv

Una distopía autocumplida

- ¡Peruanicemos al Perú, carajo! - Con la misma frase que repetía al finalizar todos sus discursos de campaña, el flamante presidente de la República, Oscar Panettone, terminó su mensaje a la nación. Una sociedad hastiada de vivir a salto de mata le había entregado su destino, otra vez, a un desconocido outsider que, gracias a la enorme cantidad de partidos en contienda, había logrado colarse a la segunda vuelta con solo el 7% de los votos, prometiendo mano dura contra el crimen organizado y hacer del Perú la gran nación que su historia milenaria demanda.

Anunció que su gobierno no permitiría que la agenda globalista continuara extendiendo sus tentáculos progresistas en la patria; un mensaje que parecía la continuación del de los miembros de la coalición que controlaba el Congreso saliente. Pasada la infaltable pataleta denunciando un supuesto fraude - las únicas instituciones que no lograron capturar fueron los organismos electorales - los perdedores de las elecciones decidieron que podrían domar al outsider: Oscar Panettone era un completo desconocido y no contaba con redes de poder conocidas. Pero empezaría a tejerlas muy pronto.

La nueva composición del Congreso jugaba a su favor: veintiuna bancadas conformadas, en su gran mayoría, por congresistas sin ningún tipo de compromiso real con los partidos con los que habían llegado al Parlamento. Los nuevos padres y madres de la patria también tenían como principal objetivo permanecer la mayor parte del tiempo posible en sus curules para devolver en forma de leyes el dinero que habían recibido para sus campañas. 

Sellado el pacto por la supervivencia (habían aprendido muy bien la lección de la coalición anterior), y sin la amenaza de una vacancia en ciernes, Panettone decidió dar su primer gran paso en el camino ya iniciado hacia el autoritarismo. La llamada Ley anti ONG ya había rendido sus primeros frutos, pues el gobierno anterior sancionó con la disolución a todas las organizaciones de la sociedad civil que cuestionaban al régimen y a sus aliados. Las marchas contra estas medidas y contra la cada vez más evidente corrupción en el gobierno fueron reprimidas a sangre y fuego.

Los organismos internacionales condenaron las matanzas de fines de 2025 e inicios de 2026 y Panettone, en plena campaña electoral, vio la oportunidad de endurecer su mensaje soberanista que ya era visto con buenos ojos por la coalición en el poder: había que denunciar el pacto de San José para abandonar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos porque solo defiende a terrucos y caviares.

Luego de derrotar a la candidata de siempre y con la mayoría del nuevo Congreso de su lado, el gobierno del presidente Panettone utilizó la Ley anti ONG para cancelar la personería jurídica de 1,500 organizaciones de la sociedad civil dedicadas a canalizar ayuda humanitaria y promover la libertad de empresa, con el pretexto de haber recibido fondos del exterior sin autorización previa de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI). Entre ellas, 700 organizaciones de índole religiosa.

Los excongresistas que aprobaron la Ley anti ONG, pusieron el grito en el cielo. Convocaron marchas en defensa de la libertad de empresa y la libertad religiosa a las que solo acudieron unas pocas decenas de manifestantes. Y el gobierno respondió como se esperaba, con más represión.

Los autores de la norma afirmaban que ese no era el espíritu de la ley que habían aprobado y que el nuevo gobierno la había desnaturalizado; pero el Tribunal Constitucional, capturado por ellos mismos pocos años atrás y ahora al servicio de Panettone y sus aliados, le dio la razón al régimen.

Decenas de gremios empresariales e iglesias evangélicas fueron clausuradas por la fuerza sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo. Las libertades han sido abolidas, la sociedad civil ha sido completamente silenciada y la democracia peruana ha muerto, mientras el presidente Panettone acumula cada vez más poder. 

Dicen testigos que uno de los excongresistas autores de la Ley anti ONG, muy cercano al movimiento conservador y a las iglesias evangélicas que ahora lo culpan de la situación, deambula confundido por las calles y ha sido visto buscando consuelo en los alrededores de un lujurioso cine del centro de Lima.