Desapareciendo a los desaparecidos
Desapareciendo a los desaparecidos, Epicentro TV

Desapareciendo a los desaparecidos

He visto a personas con los ojos desorbitados de dolor, he visto miradas vaciadas y lo he visto a él. De estatura media, delgado, con facciones de pájaro, pelo tratado de ordenar entre dos pronunciadas entradas, ojos pequeños y negros, siempre vestido con camisa y chaqueta de terno, concreto, intelectual sin alardes, sencillo pero no fácil. Un filósofo que se salvó a sí mismo porque hizo un pacto con la razón, trató de enjaular sus instintos más animales y domó, a veces, el dolor y la tristeza. Lo mío con él fue amor a primera vista, de ese que sabes que es para siempre y que la vida junta en los momentos precisos. Un amor a la enormidad de su humanidad, al que hoy he decidido escribirle.

Querido Juvenal:

Te quiero contar que ahora el gobierno pretende ponerle plazo a la búsqueda de las personas desaparecidas entre 1980 y el 2000. Un año y medio, ni un día más. Si en ese tiempo la Dirección General de Búsqueda de Personas Desaparecidas (encargada de realizar la búsqueda humanitaria de personas que desaparecieron durante el periodo de violencia) inicia una investigación de búsqueda y no encuentra al desaparecido, el caso se cerrará. Así de fácil, los desaparecidos, desaparecerán para siempre con una resolución. Esta propuesta ha sido paradójicamente hecha por el nuevo jefe de la Dirección de Búsqueda, el ex procurador anticorrupción, Javier Pacheco. Naciones Unidas ya se ha pronunciado al respecto y le ha recordado al Estado peruano que el acto de la desaparición forzada es considerado un delito permanente porque el plazo termina cuando se ubica al desaparecido, se restituye a las familias y se sancionan a los culpables.

Como sabes, por experiencia propia, muy pocos casos de desapariciones forzadas tienen sentencia y culpables en la cárcel. La Dirección General de Búsqueda de personas desaparecidas, dependiente del Ministerio de Justicia, tiene la labor de cumplir con la obligación del Estado de encontrar los restos de los desaparecidos, informar al Ministerio Público para que autorice la exhumación, ayudar en su identificación si así lo requiere la Fiscalía y acompañar a los familiares hasta el entierro o ceremonia de reconocimiento. No tiene nada que ver con las reparaciones, y casi nunca con la búsqueda de culpables. Su trabajo es humanizarlo inhumano, entregando unos huesos o alguna certeza.

Pronunciamiento de ONU sobre la intención de poner plazos a la búsqueda humanitaria de desaparecidos. by Epicentro TV

Tú, Juvenal, estuviste buscando más de 20 años y ahora que estás enterrado quiero pensar que has buscado ahí abajo y has encontrado a Alexander y a José Luis. Tus hijos, desaparecidos en 1989. Me cuentan ahora algo que no sabía de ti y es que te llevabas mejor con las plantas que con las personas. Te entiendo, no sabes cuánto. Blanca, tu mujer, sigue aquí, buscando en la superficie y cada vez se lo están poniendo más difícil a ella y a los familiares de las más de 18.000 personas que siguen desaparecidas. De 8000 hay referencia de sitio de entierro, de las otras 10.000 no se sabe nada o no se ha hecho el esfuerzo por saberlo. Sin embargo, este año no está previsto que la Dirección General de Búsqueda haga trabajo de campo y siga con la búsqueda humanitaria de desaparecidos. El nuevo jefe, el ex procurador anticorrupción, Javier Pacheco, el mismo que quiere imponer plazos de búsqueda, ha decidido priorizar la parte administrativa y que el personal se dedique a armar expedientes de los 3.000 casos que han sido restituidos desde la creación de la Dirección de Búsqueda. Un papeleo que no tiene ningún efecto legal y que solo sirve para llenar archivos. Siento ser yo quién te dé estas noticias, pero habrá muchos que como tú tendrán que esperar hasta llegar al más allá, a ver si ahí encuentran a sus hijos, hijas, esposos, mujeres, hermanos, hermanas, a sus bebés...

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Alexander y José Carlos Mansilla, desaparecidos en 1989 - Epicentro TV

¿Recuerdas? nos conocimos hace más de 20 años, para ser exactos en el 2003. Mi hermana de la vida, Carola Falconí, me habló de ti y de tu familia. Me recibiste sentado en el porche de tu casa de Ayacucho. Enseguida llegó Blanca, tu esposa. Ella empezó a contarme y se ahogaba en lágrimas sin ruido. Los había parido y además cargaba la culpa y quizás tus reproches porque fue quien quiso que Alexander y José Carlos volvieran de Lima a estudiar en Ayacucho. Al poco tiempo desaparecieron. Eran las nueve de la mañana del 26 de junio de 1989, Blanca y tu hijo José Carlos, que tenía 20 años y estaba estudiando Ingeniería de Minas, estaban limpiando la tienda que teníais. Blanca entró a buscar algo a la casa y cuando volvió a la tienda José Carlos no estaba. Entonces salió a la calle y le contaron que 4 hombres vestidos de civil habían entrado, lo habían agarrado, lo habían golpeado en la calle y lo habían metido en un camión del ejército. Pero eso no era todo, justo cuando se estaban llevando a José Carlos, llegaba a casa tu hijo mayor Alexander, que tenía 22 años y estudiaba Educación. Al ver que se llevaban a su hermano, fue a reclamar y a la fuerza se lo llevaron también. Blanca corrió desesperada y logró alcanzar el camión verde. Vio a José Carlos, a Alexander no. Llegó hasta la Comandancia de la PIP y ahí le dijeron que había sido un operativo de fuerzas combinadas: Ejército, Marina y Policía, y que iba a haber una investigación de dos o tres días. Incluso le dieron el nombre del teniente a cargo del operativo quien, por cierto, nunca ha sido procesado. Blanca te fue a buscar a la universidad donde eras profesor de filosofía, juntos volvisteis a la comandancia y os volvieron a decir que "tranquilos" que era algo de rutina. Pasaron los días y llegaron los silencios y el "no sé quién, ni de qué me habla". Silencios que duran hasta hoy. No parasteis de buscar en la Comandancia de la PIP, en el Cuartel Cabitos, en la Casa Rosada, en las acequias, en los vertederos, hasta en Lima, llevados por la ilusión desesperada de que siguieran vivos aunque hubieran perdido la razón. Nada, nunca nada. Te recuerdo aquella noche contándome vuestra historia, la única debilidad que te permitiste fue terminar doblado sobre la mesa.

Juvenal Mansilla e Hilda Blanca Morales, padres de José Carlos y Alexander dando su testimonio ante la Comisión de la Verdad.

Te conocí en Ayacucho y pasados los años la vida nos encontró en Lima, en un lugar donde jamás te hubiera querido ver porque a veces es mejor no saber que saber a medias. La Defensoría del Pueblo había organizado una muestra de la ropa que apareció, entre el amasijo de huesos, en las fosas del cuartel de Cabitos. Uno de los centros de tortura y desaparición de Ayacucho. Llegué y al poco rato alguien me dijo: "ahí hay unos padres que han reconocido dos pantalones de sus hijos desaparecidos". Recuerdo caminar hacia las dos personas que estaban de espaldas y cuando estaba muy cerca, te reconocí. Nunca te lo dije, pero no fui capaz de avanzar hasta ti. No podía respirar y tuve que salir del edificio. Me quedé fuera de la Defensoría un rato y cuando las piernas volvieron a hacerme caso, entré. Si tú eras capaz de estar ahí, yo con mayor motivo. Me acerqué a ti y a Blanca y nos saludamos sin palabras. Recuerdo verte frente a un pantalón corto, temblando incluso más que Blanca, era de José Carlos, se lo había comprado en Tacna. Me llevasteis hasta otro pantalón y Blanca dijo: "este pantalón era de Alexander. Lo llevaba el día que se lo llevaron".

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Identificación de José Carlos Mansilla Morales, desaparecido en 1989 - Epicentro TV
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Artículo sobre la desaparición de Alexander y José Carlos Mansilla en el diario La República en 1990 -

Pronto hará 10 años que te moriste en esa Lima que era tu particular fosa de cemento y te cuento que a Blanca todavía no le han dado los dos pantalones que reconocisteis de José Carlos y Alexander. Huesos, pese a las varias pruebas de ADN que os hicisteis, tampoco nada. Quizás estén en la cajas de restos exhumados en Cabitos que esperan por un nombre, pero el equipo de Ayacucho no se da abasto para cotejar las pruebas de ADN y el nuevo jefe de la Dirección de Búsqueda ya no autoriza a que un biólogo viaje una semana al mes para echarles una mano.

Sabes, siempre recuerdo me que decías que no necesitabas que encarcelaran a los que asesinaron a tus hijos. Los tratabas de entender, por algo eras hijo de policía, filósofo y especial. Tú querías que los que ordenaron y ocultaron sus muertes, pagaran y, por encima todo, querías a José Carlos y a Alexander de vuelta fuera como fuera. Aunque no consiguieras nada, te sobreviviste. Espero que allá donde estés sigas cuidando de las plantas y espero, también, que alguien esté cuidando tu jardín en Ayacucho.