Tremenda batalla la que se nos viene. Las bancadas que han aprobado en la Comisión de Educación dos proyectos que atacan la reforma universitaria hoy tienen los votos para ganar en el Pleno. Así como se apuñalan por ideología, esas bancadas se abrazan en temas como éste donde se cuelan diversos intereses particulares. En la votación de ayer recogieron los intereses de universidades públicas y privadas que, con la excusa de la autonomía, quieren recuperar el mundo autárquico que existía antes de la Ley Universitaria. La mayoría de la ciudadanía que apoya la reforma apenas fue defendida por una minoría de congresistas.

Esta batalla será muy difícil pues al Ministro de Educación no le interesa el tema, es un aliado de los invasores. Desde el 2014 distintos ministros de educación acudieron al Congreso y salieron a los medios una y otra vez a defender la necesidad de la reforma y mostrar sus cambios positivos. Hoy hay un ministro que no dice nada, que se ha puesto de costado para que los matones arrollen a la SUNEDU. Preocupado por su pequeñita agenda sindical pareciera que todo lo demás es secundario. Y claro, esa misma parece ser la mirada del Presidente de la República que en esto se parece a quienes lo buscan vacar.

Está cuesta arriba la batalla, además, porque con su apoyo decisivo a la contra reforma Perú Libre nos muestra que revolucionario-conservador no es un oxímoron. Mientras se llenan la boca hablando del país paradisiaco que existiría si gobernara Vladimir Cerrón, mientras denuncian a los grandes poderes económicos y celebran la puridad de su partido, lo que muestran en la cancha es una mirada pobrísima, chata, criolla, de las reformas y del desarrollo. No es que crea en sus grandes recetas, esa lista apolillada de malas ideas revolucionarias. Pero no deja de sorprenderme cómo ese discurso grandilocuente se engarza con tanta facilidad con lo más chanta de nuestras tradiciones políticas: cuoteos, nombramientos mediocres, rentismo, caudillismo, sobonería. En este caso irán de la mano de esas derechas, la achorada y la libertaria, que siempre han estado contra la reforma.

Esta difícil la batalla porque, siento darles malas noticias, será solo la primera de varias. Se vienen otras por el transporte o el nombramiento de magistrados en el Tribunal Constitucional, donde seguro también habrá enormes coincidencias y cuoteos mediocres. No quiero ni pensar lo que puede hacer esta alianza conservadora en temas de igualdad de género. Lo triste es que serán peleas por no retroceder. Esto que tenemos es apenas el principio de lo que puede ser una mejor educación superior, un primer paso, y ya toca defenderlo. Una lástima que este sea nuestro horizonte. Pero parece que aquí andaremos por buen tiempo con este Congreso y este Presidente. La segunda vuelta ya anunciaba el escenario. Ojalá votemos mejor la próxima vez, mirando tanto o más a las listas al Congreso que al candidato Presidencial. Nos jugamos mucho en esta batalla pues de ella dependen las que vengan.

Ya les digo, la veo muy difícil. Pero ténganlo claro: se puede ganar. Tenemos aliados. Universidades públicas y privadas que en estos años han visto en la regulación una garantía de su seriedad, la calidad de sus programas. Es el momento de hablar fuerte y distinguirse. Hay estudiantes que reconocen los avances y han apoyado la reforma desde el principio en foros o en las calles. Se anuncia marcha este miércoles. Hay una alianza de congresistas de distintas bancadas que se han comprado el pleito y que mandan señales claras de que ellos sí defienden intereses generales. Hay, finalmente, una opinión pública que apoya la reforma y castigará al Congreso por su conducta si no recula.

Hay, por supuesto, críticas válidas a la ley, falta mucho más para hablar de una real reforma de la educación superior. Pero lo que quieren hacer hoy es retroceder al tiempo en que la supuesta autonomía les permitía todo. Al negocio descarado, a un mundo sin jubilación, a los círculos de poder sin rendición de cuentas, a la filial en garaje o azotea de chifa, a la universidad sin investigación (¡después de una pandemia en que vimos todo lo que puede darnos y los costos de no apoyarla!). Toca dirigir las baterías hacia esos líderes, dueños de universidades y rectores, que se esconden detrás de las bancadas.  

Sí, será muy duro lo que viene. Pero por eso mismo, al tener tanto en contra, nuestra victoria al fin de la batalla será más grande. Como en San Crispín, el Abismo de Helm o Yavin, celebraremos que peleamos contra una gran alianza de villanos, mejor armados y con más recursos, y los hicimos retroceder. ¿Hay algo más motivador y dulce que esto? ¿Una mejor manera de construir ciudadanía?  

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