Te asesinan juntándote con otros vecinos que están también muertos de miedo, muchos son niños, 33 para ser exactos. Te violan y ves como violan y torturan al tu alrededor.  Te encierran en varias chozas, eres el particular ganado de un grupo de matarifes con uniforme. Te encierran y desde todos los lados, te disparan a quemarropa.  Por si no estabas bien muerto, te prenden con fósforo blanco para que mueras a conciencia, a pedazos y bien frito. Es imposible imaginar los gritos, los aullidos, el silencio ahogado, los llantos de dolor y miedo. Es imposible, pero fue.  A otros los asesinaron por los caminos y los dejaron ahí.  A La mayoría los mataron el 14 de agosto de 1985, en Accomarca, Ayacucho.  Vuestros asesinos son militares de la patrulla Lince 7 quienes, después de asesinar a 69, celebran su operativo con un banquete de todas las carnes, alcohol y música.  No tienen resaca de conciencia, hay que matar todo el que es, parece, puede parecer o podría convertirse en Senderista, simplemente por vivir ahí. No fue suficiente, al mes vuelven a Accomarca y asesinan a algunos testigos de su barbarie. Entre esos dos días matan a 79, mejor dicho, a 80, porque una de ustedes estaba embarazada.  En ese tiempo su institución cómplice los protege, son ustedes un daño colateral de la lucha contra Sendero Luminoso, son uno de los capítulos más sangrientos de su “Política de tierra arrasada”. Por su lado, los gallinazos del congreso concluyen que vuestra matanza es un delito común, no castrense. Han pasado muchas lunas y varios de vuestros asesinos siguen libres o prófugos.

Son, por muchos años, un amasijo de huesos a medio quemar o carbonizados: un trozo de cráneo por aquí, una suela de zapato por allá, un diente de leche a la derecha, uno de oro a la izquierda, cuerpos imposibles de reconocer y de reconstruir. Los vuestros, juntan lo que queda de lo que alguna vez fueron y los entierran juntos. Ellos están clavados en sus particulares cruces de dolor y de rabia, pero a ustedes les ponen las suyas en señal de respeto.  No podían hacer nada más, eran tiempos de miedo y la barbarie llegaba un día vestida de autoridad y otra de senderista.

Hoy, un día de mayo, 37 años después muchos vuelven a tener nombre y apellido. Llegaron otros tiempos, la justicia común reabrió el caso y en el 2005, empezaron a exhumar vuestras fosas.  Hicieron pruebas de ADN a muchas partes y en algunos casos encontraron a vuestras familias.

Hoy 47 vuelven a Accomarca, en una bolsa de papel, para ser entregados a vuestras familias. De 6 de ustedes, solo se han podido identificar algunas prendas que sobrevivieron al fuego y lamentablemente, de 26, no ha quedado ni rastro y se hace una entrega simbólica. Vuestras familias pondrán algunas pertenencias en un ataúd con nombre.  A ti te han puesto tu pollera. A ti, tu poncho.

Vuelven siendo huesos, pero de algún modo vuelven. A ustedes, los niños, les regalan una pelota, si una pelota de colores. Hay 33 pelotas, porque asesinaron a 33. El más pequeño de ustedes tenía 2 meses. Ahí está tu padre Alejandro, no se desprende de las pelotas, asesinaron a tu madre Baseliza cuando estaba embarazada de ti. Hoy, él, recoge a dos.

Edwin, tenías 2 meses cuando te mataron. Tu hermano Toribio, 12. Los asesinaron a cinco de seis hermanos y a tu madre. Hoy, tu hermana que sobrevivió, los ha ido a recoger. Filomeno ahí está tu hija abrazándote, si abrazándote.

Se sabe ahora que vuestra matanza fue parte del “Plan de Operaciones Huancayoc”. Altos mandos del ejército estaban convencidos de que en vuestro distrito existía una compañía de Sendero Luminoso y también una Escuela Popular. Para acabar con la supuesta presencia senderista en la zona se armó el Plan Huancayoc. Las patrullas Lince 6 y Lince 7 llegaron al lugar en helicópteros, la patrulla 7 con 18 efectivos, fue la que los masacró. Los uniformados no encontraron ni columnas, ni propaganda, ni armas, ni resistencia, pero los mataron, simplemente por existir ahí y en ese momento. El Subteniente Telmo Hurtado, el apodado “Carnicero de los Andes”, a cargo de la Patrulla 7, justificó así vuestras muertes en una de sus escasas declaraciones: “uno no puede confiar de una mujer, un anciano o un niño, los comienzan a adoctrinar desde los dos años, tres años, llevando cosas (…) poco a poco, a fuerza de engaños, de castigos, van ganándolos para la causa Senderista”. El fuero militar sentenció al Subteniente Telmo Hurtado solo por el delito de abuso de autoridad y lo condenó a seis años de prisión.  No importó que hubieran asesinado a 80, los asesinatos quedaron impunes al igual que Hurtado y todos los altos mandos militares de Ayacucho que diseñaron el Plan Huancayoc y que después encubrieron lo sucedido con ustedes.  Posteriormente, Telmo Hurtado y los otros militares de tropa encausados se acogieron a la Ley de Amnistía dictada por el presidente Alberto Fujimori y se reintegraron al ejército.  SÍ, volvieron a vestir uniforme y a ascender en el honorable Ejército del Perú.  Tuvieron que pasar 11 años para que se terminara la impunidad que protegió a vuestros asesinos y los que estuvieron detrás de ellos. 11 años, recién en el 2002, la Corte Interamericana declaró la nulidad de las Leyes de Amnistía y el caso se reabrió.

A día de hoy solo hay 15 uniformados en prisión, incluido Telmo Hurtado, sentenciados a penas que van de los 20 a los 10 años.  Algunos, fueron valientes detrás del uniforme de su conciencia podrida para asesinarlos como animales, pero luego se fugaron del país. Fue el caso de Telmo Hurtado. Tranquilos. En su caso, la justicia lo trajo de vuelta y ahora está en prisión. Lo que deben saber también es que sigue habiendo altos mandos del ejército que fueron sentenciados, pero que están prófugos y otros nunca fueron encausados. Se ha sentenciado a buena parte de los que apretaron el gatillo o prendieron el fósforo blanco, pero no a los que estuvieron detrás, dando las órdenes y luego encubriendo el genocidio. Es el caso del general Wilfredo Mori, entonces comandante general de la Segunda División de Infantería, quién está prófugo, pero que, sin embargo, recibió sus dosis de vacuna contra el Covid. Es el caso también de los entonces comandantes del Estado Mayor Nelson González Soria y Carlos Delgado, también sentenciados, pero escondidos. Por diferentes razones, algunos de ustedes no fueron incluidos en el llamado caso Accomarca, por lo que sus familias no han recibido reparación 37 años después. Así están las cosas. Aunque seguramente lo saben o imaginan.

Hoy vuelven a morir, pero esta vez, dignamente. Los suben a todos hasta la que era la Base Militar de Accomarca y ahí los enterrarán en un Lugar de la Memoria que se ha construido para ustedes. El perdón es individual y nadie tiene derecho a pedírselo ni a ustedes ni a vuestras familias. La justicia sí se debe exigir y esa todavía está en falta con vosotros. Descansen en paz, si es posible.

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