Javier Heraud: las aún vigentes palabras de dignidad y justicia de su dolido padre
Javier Heraud: las aún vigentes palabras de dignidad y justicia de su dolido padre, Epicentro TV

Javier Heraud: las aún vigentes palabras de dignidad y justicia de su dolido padre

El poeta Javier Heraud tuvo un sueño y terminó ametrallado en el río Madre de Dios. Quería derrotar a la junta militar que gobernaba tras un golpe de estado y cayó, inerme y rendido. Su nombre y su genialidad han sido reivindicados. Ahora, 61 años después, marinos en retiro protestan porque una Institución Educativa Emblemática lleva su nombre. La familia está segura de que su mejor respuesta son las palabras de su padre, Jorge Heraud, el 23 de mayo de 1963 cuyo facsímil nos cedió para esta publicación y transcribimos íntegramente.

Cuando el poeta Javier Heraud murió en el río Puerto Maldonado ametrallado inerme y rendido, tenía 21 años. Era el 15 de mayo de 1963. Había llegado a la selva a intentar el sueño de derrocar, desde el corazón de la Amazonia al régimen militar de la junta golpista presidida por Ricardo Pérez Godoy.

La muerte de Javier Heraud fue una ejecución en toda regla. Cuando su compañero blandía una bandera blanca lanzaron la lluvia final de balas explosivas, ya prohibidas en esos tempranos años 60. Su vida truncada se convirtió en mito.

"No deseo la victoria ni la muerte / no deseo la derrota ni la vida / solo deseo el árbol y su sombra / la vida con su muerte".

Estos son quizá de los versos más famosos de Javier Heraud, de su poema Krishna o los deseos, que parece una premonición, pero en realidad es una declaración: "mi único reino es mi corazón cantando". 

El nombre de Heraud ha sido reivindicado como un poeta amante de la libertad. Su hermana Cecilia ha escrito su biografía más completa, Vida y Muerte de Javier Heraud (1989), reeditada y aumentada en 2013 bajo el titulo Entre los ríos. Javier Heraud 1942-1963, y en 2023 publicó Enteramente y eternamente, Cartas 1958-1963. En 2019 se estrenó el documental El Viaje de Javier Heraud, dirigido por Javier Corcuera.  

El poeta le da nombre a varios colegios e instituciones educativas en todo el país. Pero los marinos de la Unión Naval y el congresista de la bancada derechista Dignidad y Democracia y almirante en retiro Jorge Montoya han iniciado una campaña contra la memoria de Heraud y le exigen a la presidenta Dina Boluarte y al Ministerio de Educación "el cambio inmediato del Colegio Bicentenario en mención, de lo contrario que el presidente del Congreso cite al ministro de Educación para las explicaciones pertinentes y el retiro del nombre". El almirante Montoya anuncia, además, que si no se cambia el nombre, él presentará un proyecto de ley para hacerlo. Por poder, puede.  

Los hermanos del poeta se han enterado de este nuevo lance a su memoria y quisieron que su respuesta fuera a través de las palabras de su padre, Jorge Heraud Cricet, que en su momento envió al director del diario La Prensa Pedro Beltrán.  

Sus palabras heridas y cargadas de dignidad son respuesta rotunda. "Ya se ha desterrado definitivamente de las prácticas bélicas el ensañamiento con el vencido. Y las leyes humanas y sociales impiden soliviantar a los civiles para abrumar al vencido. El Perú, que siempre en la guerra fue tan generoso como Grau con sus adversarios, habrá de mirar con unánime repulsa estos graves hechos y es de desear, para que no se abra un sembrío e impune antecedente de crueldad que podría no cerrarse nunca (...)".

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Facsímil de la publicación de la carta de Don Jorge Heraud en La Prensa, 23 de mayo de 1963. -

Este es el texto completo de la carta de Don Jorge Heraud publicada en La Prensa.

Dr. Jorge Heraud envía una carta 

Lima, 23 de mayo de 1963 

Sr. D Pedro Beltrán 

Director de "La Prensa" 

CIUDAD 

Muy distinguido señor. 

Le agradecería tuviera a bien disponer se publicara la declaración que formulo con referencia a los sucesos ocurridos en Puerto Maldonado en donde perdiera la vida mi hijo el poeta Javier Heraud Pérez. El sacrificio de mi hijo Javier ha sumido a mi familia en el más profundo desconsuelo, tanto por la manera como ha desaparecido como por la pérdida de una promesa para la cultura y el pensamiento de mi patria.

Nosotros sabíamos que nuestro hijo Javier hondamente preocupado porque aspiraba a tener una vida útil y creadora lo prueban sus libros de poemas, pero nunca supimos que él pensara al irse a Cuba en otra cosa que estudiar cinematografía. Por eso, las noticias de Puerto Maldonado nos fulminaron y yo fui al lugar de los hechos porque me resistía a creerlos. Allí tuve la trágica certidumbre de la muerte de Javier, pero mi pena con ser insondable se ha agrandado más aún al saber que mi hijo que había ido allá urgido por un ideal arrostrando los más grandes peligros con el más absoluto desinterés, había sido víctima de una cacería inhumana. Cuando, inerme, en una canoa de tronco de árbol, desnudo y sin armas en medio del río Madre de Dios, a la deriva, sin remos, mi hijo pudo ser detenido sin necesidad de disparos, más aún, por cuanto, su compañero había enarbolado un trapo blanco. No obstante eso, la policía y los civiles a quienes azuzó, les disparaban sobre seguro desde lo alto del rio, durante hora y media, inclusive con balas de cacería de fieras.

Cuando el compañero de mi hijo gritó: "no disparen más", estando ya cerca de la ribera desde donde les disparaban, según versiones orales que he recogido en la población, un capitán gritó: "fuego, hay que rematarlos". Un teniente más humano y más respetuoso de las leyes de la guerra que prohíben disparar contra el enemigo inerme y herido, contuvo el fuego pero ya era tarde: una bala explosiva había abierto un boquete enorme, a la altura del estómago de mi infortunado hijo y muchas balas más se habían abatido sobre el cadáver de mi hijo, que con sus 21 años y sus ilusiones, había tratado de hacer una incitación para que cesen los males que, según él, debían desterrarse de nuestra patria.

Las leyes de guerra prohíben el empleo de balas explosivas. Ya se ha desterrado definitivamente de las prácticas bélicas el ensañamiento con el vencido. Y las leyes humanas y sociales impiden soliviantar a los civiles para abrumar al vencido. El Perú, que siempre en la guerra fue tan generoso como Grau con sus adversarios, habrá de mirar con unánime repulsa estos graves hechos y es de desear, para que no se abra un sembrío e impune antecedente de crueldad que podría no cerrarse nunca, se haga cumplir sanción y justicia al desatado furor fratricida que ha tenido como escenario un claro río de nuestra Montaña y como víctima a un mártir adolescente, traspasado de ideales generosos.

Para nuestra familia, sin distingos, nuestro Javier es el símbolo de la pureza y el sacrificio.

De Ud. muy atentamente,

Jorge A. Heraud Cricet.