El arte y la cruz en la PUCP
El arte y la cruz en la PUCP, Epicentro Tv

El arte y la cruz en la PUCP

Hay que saber qué batallas pelear. Sería inútil intentar convencer al alcalde de Lima o a ciertos congresistas de que la obra María Maricón, puesta en escena por estudiantes de la Facultad de Artes Escénicas de la PUCP, merece ser expuesta al público en lugar de censurada. El fanatismo religioso no busca razones; se impone, no dialoga. Sin embargo, como estudiante de la PUCP y católico, quiero apelar a quienes, pese a su compromiso con valores democráticos como la libertad y el pluralismo, se han mostrado—aunque con matices—a favor de las críticas y acciones contra esta obra. Entre ellos destacan Carlos Castillo, cardenal y gran canciller de la universidad, así como algunos profesores, compañeros y religiosos. 

Es necesario decirlo con respeto, pero con firmeza: se han equivocado. Al censurar una obra que no hemos visto, ni podremos ver, hemos perdido la oportunidad de entablar un diálogo indispensable sobre los límites de la libertad de expresión, la relación entre la fe, el arte y, por qué no, también el mandato católico y educativo de la PUCP. Este acto de censura no solo cierra las posibilidades de un debate necesario; también allana el camino para que personajes nefastos impulsen futuras prohibiciones.

Empiezo hablando como estudiante de la Universidad Católica. En un comunicado publicado este miércoles, el cardenal Carlos Castillo hace referencia a los valores "fundacionales" de la universidad. Nuestra casa de estudios se fundó como una reacción ante las tendencias progresistas que empezaban a correr entre los pasillos de San Marcos. Esta corriente de ideas fue la que impulsó  importantes cambios a favor de la democratización del país como la inclusión de la mujer a la vida cívica y la ruptura de la sociedad estamental heredada de la colonia. Pocos años después,  José De La Riva Agüero y Osma se  convirtió  en nuestro principal benefactor, donándonos el campus que hoy tenemos, así como varias otras sedes. Este hombre fue un abierto simpatizante del fascismo europeo de los años 30’, que veía  con especial entusiasmo la tenebrosa sombra que la Falange Española cernía sobre la península ibérica. 

Para bien, el siglo XX trajo  más cosas para la PUCP. Acompañados de nuevas corrientes católicas como el socialcristianismo, los estudiantes tuvieron  la posibilidad de explorar nuevas tendencias políticas que perseguían el ideal de la democratización nacional. Desde ese entonces profesores, estudiantes y egresados han puesto su creatividad al servicio del ideal de construir una sociedad más plural y justa: una democracia sustantiva. 

Esos valores se han vuelto parte esencial de nuestra casa de estudios. He leído a muchas personas señalar que el problema con la obra María Maricón no es su naturaleza como tal, sino que  no puede hacerse desde la universidad, dado que ésta tiene que responder a su condición fundacional de católica. Este argumento carece de fundamento dado que si la PUCP tuviera que actuar retrotrayéndose siempre a sus valores nucleares o fundacionales seguiríamos siendo aquel experimento conservador alineado con tendencias políticas nefastas propias de su época.

Pienso en las palabras del jesuita Pedro Arrupe: "no me resigno a que cuando yo muera, siga el mundo como si no hubiese vivido". ¿De qué serviría transformar al mundo con nuestras vidas para luego tener que actuar siempre con los mismos valores de cuando aún no existíamos? A lo largo de sus 107 años de vida, la PUCP ha resignificado lo que es ser católico en el Perú. El comunicado de la universidad sobre el tema entra en conflicto con estos procesos. 

A partir de esto, hablo ahora como católico y para los católicos cuya fe es reflexiva, refrescante, que pone a la persona en el centro y con quienes siempre es rico compartir; pero que esta vez señalan haberse visto afectados dado que consideran el intento de poner esta obra en escena una banalización e injuria, como dice el cardenal. Lo primero que hay que señalar es que no podremos responder con certeza esta pregunta dado que por ahora no será posible ver la obra y darle el juicio que realmente merece. Primer punto en contra para quienes han optado por la censura en lugar de la crítica, para la que el arte siempre da lugar. 

Lo segundo es que no hay ningún acto de banalización en presentar a la figura de María con elementos queer. Bajo esa misma línea, la exposición de la figura de Jesús como étnicamente andino o afroperuano también sería igual de banal. No veo a nadie pegando el grito al cielo por la procesión del Cristo moreno cada octubre por las calles de Lima, ni haciendo rezos en latín exigiendo el cierre de la Iglesia de las Nazarenas. 

Esta discusión fue comenzada por fanáticos religiosos que, lamentablemente, tienen mucho poder. Esto no va para ellos. Me he dirigido en estas líneas a gente a la que admiro y en quienes tengo firmes esperanzas. Nuestra universidad nació siendo católica, pero también nació siendo excluyente, reaccionaria y con posturas políticas que no tienen cabida hoy. Nosotros tenemos la capacidad de elegir qué valores queremos conservar y cuáles dejar de lado. Además, el catolicismo desde el que surgió la Universidad católica en 1917 es radicalmente distinto al que profesamos hoy. Si considerásemos, como señala el cardenal Castillo, que es aquel catolicismo fundacional el que debe regir, tendríamos una universidad simplemente irreconciliable con el sistema de valores del siglo XXI. 

Las cosas cambian. No hemos renunciado  a ser católicos. Pero durante nuestros más de 100 años de historia hemos construido otras identidades que han dialogado muy bien con las ideas católicas. Nos hicimos democráticos porque quisimos. Y siendo democráticos le devolvimos al catolicismo una propuesta fresca para un país más justo y plural. 

Probablemente eso era lo que buscaba la obra María Maricón, aunque por cuenta de esta censura no lo llegaremos a saber. El catolicismo del 2025 no es el mismo que el de 1917, tampoco lo es la PUCP. Sería un gran error negar esta trayectoria de transformación que ha tenido nuestra universidad. Sería aún un peor error querer sancionar a los estudiantes que quisieron presentar algo distinto. Sancionar a quienes cuestionaron la fe. A quienes quisieron reinterpretarla. A quienes quisieron llamar a la reflexión. Poner sus imágenes al servicio de los excluidos. Por algo así, Jesús murió en la cruz, ¿no?

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Estudiante de ciencia política de la PUCP