Gianluca Fiorini: Embajador Romano para el Mundo
De Roma para el mundo Gianluca Fiorini, Epicentro Tv

De Roma para el mundo

El sábado tuvo lugar en Roma una masiva manifestación bajo el lema "Una plaza para Europa". La iniciativa congregó a decenas de miles de manifestantes de diversas posturas políticas en lo que se constituyó en un gran avance hacia la búsqueda de una postura democráticamente coherente para un panorama adverso. Tras años de presenciar desesperadamente el ascenso de la ultraderecha en el mundo, la fórmula y el mensaje de esta manifestación prometen proponer nuevas opciones para las democracias. Con la suficiente atención, quizá podríamos estar presenciando las claves para una respuesta que pueda también ser exportada fuera del viejo continente a otras realidades en el mundo.

Destacaron la aparición de reconocidas personalidades provenientes  de las artes, entre ellas Antonio Scurati, ganador del premio Strega por su novela M. El hijo del siglo, en la que retrata la vida y ascenso al poder de Benito Mussolini. Scurati condensó en su intervención el sentir de la manifestación. No se quedó solo en una firme denuncia contra Moscú por su criminal guerra en Ucrania, sino que volvió la mirada hacia el oeste y denunció a los nuevos líderes de los Estados Unidos, su política anti-inmigración, el abandono del sector público y al golpe que le ha dado al sistema de ayuda internacional.

El aislacionismo de Estados Unidos frente a la amenaza rusa y el empoderamiento de una Europa fortalecida en los valores liberales pueden constituir el inicio de la contra-ola democrática que estábamos esperando. Con la postura de Trump se ha iniciado un proceso de despolarización en el mundo que da lugar a fenómenos como los  ocurridos el fin de semana en Roma. Diversas posturas políticas toman la decisión de volver sobre sus principios democráticos y generar coaliciones que puedan fortalecer sus países frente a nuevas potencias autócratas. El politólogo Maxwell Cameron ilustra bien este fenómeno para el caso de Canadá, el vecino norte de Trump y el blanco de sus más absurdos pero atrevidos ataques.

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Por supuesto que sigue habiendo varias preguntas sobre la mesa, y tampoco hay garantía de que la contra-ola sea democrática. Hasta ahora hemos podido ver este fenómeno en los países del norte, con especial énfasis en Europa. ¿Cómo se puede contagiar este espíritu a los países de América Latina? Eso sigue siendo una pregunta por resolver. Lo que queda claro es que la agresividad y al mismo tiempo la retirada de Estados Unidos ha dado lugar a la búsqueda de nuevos posicionamientos y alianzas tanto internacionales como nacionales, que multiplican las opciones de los demócratas en una baraja que hasta hace unos meses parecía poco prometedora.

Por lo pronto, fue sobrecogedor escuchar nuevamente a miles de italianos cantando Bella Ciao, no como el fenómeno comercial que hace unos años hizo Netflix, sino volviendo a atribuirle su espíritu original y del que los países de Latinoamérica podemos beber. La República de Italia surgió en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial tras un plebiscito que rechazó volver a un régimen monárquico y una asamblea constituyente con una amplísima participación de todos los espectros políticos. Liberales, cristianos, socialistas y comunistas que combatieron al fascismo como partisanos tomaron los curules del parlamento para redactar una carta fundacional para la nueva República. 

Desde entonces Italia no la ha tenido fácil. Subdesarrollo, mafia, brechas sociales y económicas, terrorismo maoísta y neofascista. Todo eso le ha seguido enseñando una cruda verdad que a muchos les cuesta entender: la democracia no es un proceso lineal ni pacífico, no trae estabilidad ni prosperidad por sí sola. El problema es que en el tiempo nos hemos ido perdiendo en dichos problemas. Pero en Italia no olvidaron la letra de Bella Ciao, que le recuerda a un pueblo que ante todo debe estar siempre la persistencia en rechazar cualquier tipo de tiranía que proponga la anulación del otro. 

La democracia tiene problemas y conflictos porque los humanos somos diferentes. Abrazar los conflictos de la democracia es abrazar  la humanidad y asumir el desafío de construir en conjunto. Lo que hacen las dictaduras es proponer la vía rápida con la promesa de aliviar algunos problemas, pero en el camino arrebatan la agencia de las personas, amenazando con ello el valor individual que todos y todas tenemos. Es lógico decir que la democracia es el régimen político más inestable, más conflictivo, menos eficiente y más tedioso del mundo. Pero en una cosa es perfecta: es el único régimen cuyo medio y fin es la vida humana, por lo que creo que vale la pena asumir todo lo anterior; "la democracia es siempre la lucha por la democracia", dijo Scurati.