La demolición de la democracia peruana ante los ojos del mundo

La demolición de la democracia peruana ante los ojos del mundo, Epicentro TV

La demolición de la democracia peruana ante los ojos del mundo

El deterioro democrático del Perú se ha convertido en motivo de alarma global. Desde Nueva York y Cambridge, voces influyentes advierten que el país vive una erosión silenciosa de su democracia: un Estado debilitado, instituciones capturadas y una libertad que se desvanece.

Durante mucho tiempo, la crisis política e institucional del Perú pasó inadvertida para la mirada internacional. Entre los escándalos diarios, la fragmentación política y la aparente normalidad de los procesos electorales, el país parecía seguir funcionando dentro de los márgenes de una democracia formal. Sin embargo, esta semana algo cambió: dos voces influyentes del pensamiento global —Will Freeman, del New York Times y el premio Nobel de Economía 2024, James Robinson—han puesto el foco sobre el deterioro de la democracia peruana, desde perspectivas distintas pero complementarias.

Ambos coinciden en que la raíz del problema no está únicamente en los rostros que ocupan el poder - cada vez importa menos quién es el presidente - sino en la erosión de las instituciones y la captura del Estado por intereses privados y redes informales y criminales. En otras palabras, el Perú vive una descomposición democrática silenciosa con efectos devastadores sobre la libertad, la justicia y la prosperidad.


El deterioro democrático en "democracia"

En su artículo para The New York Times, Will Freeman traza un diagnóstico contundente: el Perú ha dejado de ser una democracia funcional, no porque haya un dictador en el poder - que es lo que ha marcado el deterioro democrático de nuestra región durante décadas - sino porque el poder se ha disuelto entre redes políticas, económicas y criminales que operan con impunidad.

Freeman describe un país donde el gobierno formal se ha convertido en una fachada. Las decisiones cruciales ya no se toman en Palacio de Gobierno, sino en lo que él llama "poderes paralelos": una alianza de políticos, empresarios, redes ilegales y autoridades locales que legislan y gobiernan al margen del Estado.

Según su análisis, esta forma de desgobierno es más estable —y peligrosa— que una dictadura clásica, porque mantiene la apariencia de normalidad: hay elecciones, hay Congreso, hay medios, pero el Estado ha dejado de cumplir su función esencial: garantizar la libertad, la seguridad y la justicia para todos.


La descripción no es exagerada. La violencia del crimen organizado, la minería ilegal, la extorsión y la corrupción institucionalizada son hoy parte del paisaje cotidiano. Como advierte Freeman, la libertad también muere cuando el Estado no puede o no quiere limitar a los poderes privados depredadores.

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El fracaso institucional y la trampa del oro

Desde otra mirada, James Robinson, en entrevista con El Comercio, ofrece una explicación estructural a esta decadencia: el Perú ha fracasado históricamente en invertir en su población. El Nobel, reconocido por su obra "Por qué fracasan los países", sostiene que la dependencia del país respecto a los recursos naturales —oro, cobre, gas— no es una casualidad económica, sino una consecuencia de instituciones que no funcionan para el bien común.

Un país no se hace rico por lo que tiene bajo tierra —dice Robinson—, sino por lo que invierte en su gente. El Perú es un país que sigue atrapado en una economía extractivista que beneficia a pocos y deja amplios territorios sin presencia del Estado. Mientras las élites económicas se desconectan del interés colectivo y financian sus propios servicios de salud o seguridad, la ciudadanía pierde fe en el Estado y en la política.

Robinson coincide con Freeman en un punto clave: la debilidad institucional y la fragmentación social son la verdadera amenaza a la democracia. No es la dictadura, sino el vacío de autoridad efectiva lo que erosiona los cimientos de la libertad.

La alerta internacional por la democracia peruana

Durante años, la comunidad internacional ha mirado al Perú como una democracia estable en medio del caos regional, con una moneda fuerte y una macroeconomía que parece resistir todos los embates de nuestras crisis políticas. Pero hoy, desde Nueva York hasta Cambridge, crece la conciencia de que la democracia peruana está siendo minada desde adentro, no por un golpe de Estado, sino por una erosión lenta y constante.

El Perú se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo una democracia puede morir sin una dictadura formal. Freeman muestra cómo el Estado ha perdido el monopolio de la autoridad ante redes paralelas que controlan territorios y leyes a su conveniencia. Robinson explica por qué esas redes persisten: porque la inversión en educación, cohesión social y equidad institucional ha sido históricamente nula.

El resultado es un país atrapado entre dos formas de impotencia: la incapacidad del Estado para gobernar y la incapacidad de la sociedad para organizarse para hacerle frente a un poder que no está personificado en un actor omnipotente, sino disperso entre diferentes actores que se reparten cuotas de poder mientras se culpan mutuamente de la debacle institucional a la que están llevando al país.