Desde la época de los recordados “vladivideos”, hace ya más de 20 años, la sociedad peruana he venido acostumbrándose a entregas periódicas, muy seguidas, de material audiovisual -de interés público- que revela las verdaderas motivaciones de nuestra clase política, básicamente referidas a temas de corrupción y mero cálculo político en desmedro del interés común.

Conversaciones, grabaciones, videos, que nos enrostran el lado oscuro, tras bambalinas, que nuestros políticos pretenden esconder detrás de sus apariciones públicas y controladas, para luego verlos desfilando ante jueces, fiscales y, en no pocos casos, hacia la prisión o lo arrestos domiciliarios. Abundan los ejemplos, no solo los “vladivideos”, los “petroaudios”, los chats de la “mototaxi” y, más recientemente, los audios de César Acuña, líder de APP, también somos impávidos consumidores de una retahíla de filtraciones de testimonios o colaboraciones eficaces que dejan muy mal parados a nuestros políticos quienes, dada la indignación de una sociedad que ha sido empujada ha invertir una ecuación elemental: en el Perú no hay que demostrar la culpabilidad, hay que demostrar la inocencia. Peligroso. Una frontera difusa entre la lucha contra la impunidad y verdaderas cacerías de brujas. Quien mejor que el psicoanalista Jorge Bruce para ayudarnos, desde su enfoque freudiano, a establecer los límites correctos.

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