Pucacuro: vida, energía y desarrollo

Una alianza entre el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), la sociedad civil y las comunidades que habitan la zona de amortiguamiento y paisaje asociado de la Reserva Nacional Pucacuro (Loreto) es una clara muestra de trabajo articulado en la defensa y protección de la biodiversidad. En un contexto de minería ilegal en expansión, tres iniciativas productivas nos demuestran que sí es posible mejorar las condiciones de vida de los pobladores de estas zonas, para evitar que sean seducidos por actividades ilegales que amenazan con arrasar sus hábitats y sus modos de vida.

La Reserva Nacional Pucacuro, ubicada en el distrito de El Tigre, en la provincia y departamento de Loreto, alberga una inmensa variedad de vida en constante ebullición. Y es un ejemplo de cómo es posible proteger y conservar un Área Natural Protegida en alianza con las comunidades y la sociedad civil y, que ésta área, al mismo tiempo, sirva de fuente de recursos para las poblaciones locales, comunidades nativas, campesinas y ribereñas que habitan en su zona de amortiguamiento y paisaje asociado.

Pero las comunidades que habitan en la zona de amortiguamiento y paisaje asociado del Área Natural Protegida están en alerta máxima. Son conscientes de la devastación que causa la minería ilegal en los ríos y en los bosques. Si bien, no hay presencia de mineros ilegales en la zona, cada vez se acerca más dejando sentir sus nocivos efectos.

Iniciativas implementadas por SERNANP, DAR y otros aliados como Naturaleza y Cultura Internacional y la Municipalidad Distrital del Tigre en 3 comunidades de Loreto, tienen entre sus objetivos fortalecer las capacidades locales, mejorar los ingresos de la canasta familiar y sacar de la pobreza extrema a los peruanos y peruanas que habitan estas zonas del país, para evitar que sean seducidos por actividades ilegales como la minería, la tala ilegal o el narcotráfico.

Como vemos en estas iniciativas el acceso a la energía eléctrica proveniente de energías limpias ayuda a reducir las brechas de acceso a derechos humanos, recursos energéticos y de servicios para estas comunidades amazónicas, lo que constituye un gran aporte en la mejora de su calidad de vida.

Porque defender la Amazonía, no es solo defender su biodiversidad, sino también a las comunidades que habitan en ella desde tiempos inmemoriales y que necesitan oportunidades productivas sostenibles para salir de la pobreza, vivir bien y hacerle frente al avance imparable de actividades ilegales que amenazan con arrasar sus hábitats y sus modos de vida.