Que pase Keiko, que pase Toledo, que pase Castillo, que pase Humala, que pase Villarán, que pase PPK, que pase Vizcarra. Las eternas audiencias en estos casos son televisadas y desmenuzadas luego en los noticieros. En este país los medios, por ejemplo, no podemos discutir ni propiciar políticas públicas o planes de gobierno porque la judicialización de la política nos abruma, se roba todos los espacios. Todos competimos para ver quien tiene más, más cerca, el mejor testimonio, el documento más comprometedor. Infoentretenimiento al cubo.

Esta semana decidieron el destino, previo al proceso judicial en sí mismo, de la esposa del presidente y de su cuñada. Básicamente elegir entre darles la prisión preventiva, que solicita la fiscalía, o impedimento de salida del país. Hablamos de solo esta semana, en la que el Ministerio Público también presentó acusación contra la exalcaldesa Susana Villarán pidiendo una pena de 29 años de cárcel.  Hagamos un repaso después de la era de Alberto Fujimori quien, dicho sea de paso, está preso no solo por delitos contra los derechos humanos sino también por corrupción. Alejandro Toledo debería estar preso preventivamente en nuestro país, pero aún el poder judicial norteamericano no falla respecto a su extradición.

Alejandro Toledo fue acusado por el fiscal José Domingo Pérez en agosto del 2020 a 20 años y medio de prisión por los delitos de colusión y lavado de activos.  Los delitos son los mismos. Alan García, el siguiente, se suicidó y el proceso no pudo continuar. Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia también estuvieron en prisión preventiva y su proceso continúa, igualmente con PPK y Martín Vizcarra y ahora con Pedro Castillo. En paralelo, como ya dijimos, aparecen las novedades de los ex alcaldes de Lima o de algún alcalde distrital o gobernador regional. En principio, viendo el lado amable del asunto, podemos decir que en el Perú se persigue el delito y que, a pesar de las demoras, no hay impunidad.

No conozco otro país en el vecindario en el que tantos expresidentes hayan estado presos por corrupción. Suena bien, pero, el otro lado de la situación, es un hartazgo ciudadano capturado por el espectáculo político-penal que le embutimos los medios y no propiciamos el debate sobre aquello que, a la postre, mejorará su calidad de vida. Frontera difusa.

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