Si Castillo no califica como presidente de la República por su ignorancia e impericia, entre otros evidentes defectos, María del Carmen Alva no califica como presidenta del Congreso por prepotente. Desde que le negó un saludo con la mano a Castillo, el día que este se presentó por primera vez en el congreso, Alva no ha dejado de entregarnos, una semana tras otra, performativos gestos hostiles tristemente memorables. Siempre está con cara de pocos amigos, por no decir otra cosa que provoca. Puede ser al periodista  Jimmy Chinchay, increpándole que “mintió”, cuando denunció que no dejan ingresar a la prensa al hemiciclo,  puede ser a Epicentro, diciendo que hay una campaña contra el congreso, puede ser  a la alcaldesa de Ocoña, regañándola para que baje la voz y diciéndole, casi gritando, que el parlamento es su casa, puede ser a cualquiera que simplemente hace su trabajo.

Pocos se salvan del látigo implacable de Maricarmen y su mirada de impaciencia y su cabeza caliente, como si estuviese a punto de estallar, sí, con respeto lo escribo, termocéfala actitud. Las formas y el diálogo no son lo suyo. Sobran las imágenes y los ejemplos.  La presidenta del congreso ocupa un cargo importantísimo, más aún en esta coyuntura tan volátil en la que se debiera cuidar, más que nunca, la imagen del congreso ante la población. No obstante, parece que no es consciente de ello o, en todo caso, si es que es consciente, está, como dijo en su momento el patriarca de los Humala respecto a Nadine Heredia, “borrachita de poder” y eso daña la estrategia frente a un ejecutivo con malas intenciones. Es insostenible que los periodistas no podamos ejercer nuestra labor dentro de las instalaciones del legislativo, es inaceptable que se nos vete, so pretexto de un acuerdo de la mesa directiva a partir de una pandemia que ya está en su etapa final. Ni que fuésemos una dictadura. No lo somos, pero tanto Alva como Cerrón (el verdadero presidente) lo parecen. ¿Se la imaginan siendo, si vacan a Castillo y a Boluarte, presidenta del país? No tiene la muñeca suficiente para moderar los debates parlamentarios y, esto, no se trata de una crítica debido a su orilla política, en absoluto, pues hasta Luz Salgado demostró, en ese cargo, una mayor apertura y tolerancia, como se debe hacer en un parlamento. También es perturbador que, tanto Alva como Cerrón, coinciden en culpar a la prensa de todos los males, de campañas orquestadas para desprestigiar a los poderes del estado. ¿Esa es la democracia que nos va a salvar del comunismo? Ambos son autoritarismo, ambos, que quede claro.

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