Un kilómetro a la vez: La guerra por la Pampa

Un kilómetro a la vez: La guerra por la Pampa, Epicentro TV

Un kilómetro a la vez: Entrar a La Pampa

"And no one dared
Disturb the sound of silence
Fools, said I, you do not know?
Silence like a cancer grows."

The sound of silence
Simon & Gurfunkel

Tres años después de mi última visita a Madre de Dios, aterricé en el aeropuerto internacional Padre Aldamiz, ubicado a unos cinco kilómetros del centro de Puerto Maldonado, capital de la región. A pesar de su pomposo nombre, el pequeño aeropuerto de apenas tres salas de embarque, solo recibe vuelos desde Lima y Cusco, operados en un ochenta por ciento por una sola aerolínea. 

En este tiempo poco ha cambiado. En la puerta, te siguen esperando decenas de mototaxis ofreciendo transporte a la ciudad, y algunas camionetas turísticas de mediana envergadura, asociadas generalmente a hoteles o agencia de viajes. Entre la humedad que llega normalmente al 95% y temperaturas que promedian 26ºC y pueden llegar hasta 36ºC, no es de extrañar que las páginas sobre el clima definan el verano en Madre de Dios como cálido y su invierno como caluroso. 


La idea de volver a la Pampa me daba vueltas desde hacía meses, pero hacerlo, deambular por ahí un día cualquiera en medio de las operaciones de minería ilegal, no era algo que se arreglara precisamente en una agencia de viajes. Por eso, cuando me lo propusieron, no pude imaginar otra respuesta que no fuera aceptar.  

Geográficamente, podemos definir la Pampa, pues no existe reconocimiento político o legal alguno, como una parte de la zona de amortiguamiento (1) de la Reserva Nacional de Tambopata, tomada por la minería ilegal.  Si bien sus linderos cambian al ritmo del precio del oro, podríamos ensayar que la Pampa empieza en el km. 98 de la carretera interoceánica, y se extiende según una nota periodística de Actualidad Ambiental, de octubre de 2023 (2), hasta el km. 110; según otras fuentes habría rebasado el km 117; y según pude constatar, el avance de este desierto caminante alcanza al menos hasta el km. 121. Desde la interoceánica, la Pampa se vuelve un rompecabezas de arenales, pozas artificiales, basurales de equipos-materiales en desuso y bosques maltrechos que llegan hasta el río Malinowski, la frontera natural que separa la Reserva Nacional de Tambopata de su zona de amortiguamiento. La distancia entre la carretera y el río varía, aproximadamente, de 2km hasta 5km en las zonas más anchas.

¿Y qué significa en términos reales que la Pampa esté tomada por la minería ilegal? De acuerdo con la Dirección General de Ordenamiento Territorial y de la Gestión Integrada de los Recursos Naturales del Ministerio del Ambiente, en el segundo semestre del 2024, la degradación por actividad minera en el departamento de Madre de Dios, sumaba un total de 119,313.73 hectáreas. 

De este total, según estimaciones no oficiales, la Pampa representa una extensión no menor de 18,000 hectáreas y según otros cálculos podría llegar a las 30,000 hectáreas. Complementa esta información Actualidad Ambiental, señalando que solo las pozas ubicadas en la Pampa en el 2023, tenían una extensión aproximada de 2,550 hectáreas, algo así como 60,700 campos de básquetbol. Eso hemos perdido, miles de árboles, arbustos, insectos y animales que nunca regresarán, un espacio natural irremplazable.


Entrar a La Pampa

Para saber más, había que entrar a La Pampa, y lo primero era decidir por dónde hacerlo. Uno de mis guías, a quien llamaremos "Pedro", me explicó que luego del "Operativo Mercurio" ejecutado por el Estado Peruano en el 2019, habían surgido nuevas entradas habilitadas por los mineros ilegales. 

Recordemos un poco: el 19 de febrero de 2019, una fuerza combinada de la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y Fiscalía de la Nación, con el soporte del Sernanp y otras entidades del Estado Peruano, ingresaron a la Pampa en lo que probablemente fue el despliegue más importante en esa zona desde que existe. En aquella época, se focalizaron tres entradas importantes, en los kilómetros 98, 108 y 117 de la carretera interoceánica.  Estos accesos, inventados por los mineros, fueron tomados por la autoridad, instalándose a pie de carretera tres bases mixtas (Policía y Ejército). La base "Bravo" en el 98, la base "Eco" en el 108 y la base "Charly" en el 117. Otras dos bases fueron creadas al interior de La Pampa, sobre dos importantes campamentos de la minería ilegal abandonados cuando se inició el operativo, las bases "Alfa" (también llamada Balata) y "Mega 12".  Todas ellas siguen existiendo excepto "Mega 12", pero muy disminuidas, con poco personal y recursos. Estas bases no cuentan con la logística ni el personal para hacer patrullajes u operativos al interior de La Pampa, al menos no con la frecuencia que se necesita.

En paralelo a los ingresos "oficiales" y controlados a través de las bases mixtas, se han abierto nuevas trochas y caminos por donde circulan los mineros y su logística. Las nuevas trochas están en los kilómetros 97, 107, 115, 116 y 121 de la carretera. Según Pedro, las trochas en el 115, 116 y 107 son las más desarrolladas y antiguas, donde la actividad minera es intensa. De hecho, a la altura de los kilómetros 116 y 117 (donde está la base "Charly"), se puede encontrar actividad minera a tan solo quinientos metros desde la carretera, más o menos cinco cuadras. Lo increíble es que varias de estas trochas están a un kilómetro o menos de las bases mixtas de la policía y el ejército, lo cual no ha impedido que funcionen a todo meter. Las menos desarrolladas y recientes son las trochas de los kilómetros 97 y 121.

Finalmente, decidimos entrar por la trocha del km. 97, (a un kilómetro de la base "Bravo" que está en el 98), recién habilitada en octubre del 2024 y conocida por los mineros como la "Ruta de los Tigres". La cita era a la madrugada del día siguiente.

Me recogieron a las cuatro y treinta de la mañana en mi hotel. La ciudad a esa hora está vacía, una que otra moto lineal haciendo servicio de taxi y un borrachín desorientado que pasó bamboleándose por la vereda de enfrente. El silencio en Puerto Maldonado es diferente al de cualquier otra ciudad, es un silencio alegre y perfumado, ni el cemento ni el asfalto logran aplacar la selva en la que nos encontramos. Me indicaron que no llevara ninguna "prenda de colores o referencia militar", que pudiera hacer que me confundan con la policía o el ejército.

Los Guardianes de La Pampa

Iniciamos ruta hacia la Pampa en una doble cabina, y en pocos minutos ya estábamos en la interoceánica. En el camino, Pedro me iba contando cuáles eran las actuales disputas por la Pampa. Los "Guardianes de la Trocha", una organización criminal dedicada en sus inicios a dar seguridad a los mineros, había fortalecido su control en los últimos años, cobrando cupos, asesinando a sus opositores y desarrollando sus propias actividades de minería ilegal.  Actualmente, existirían dos facciones, la de Eneyser Fernández Pérez, alias "El Brian" y la de su primo Edinson Fernández Pérez, alias "El Chili", la mismas que estarían enfrascadas en una guerra que no tomaba prisioneros. Para mayor detalle de la historia de los Guardianes de la Trocha, recomiendo consultar los artículos de Manuel Calloquispe Flóres, un valiente periodista que documenta desde hace décadas todo el funcionamiento de la minería ilegal en Madre de Dios.

Algunas semanas después de mi visita a la Pampa, me llegaron al móvil videos y fotos, con la expresa indicación de verlos y borrarlos, de una refriega entre ambos bandos que dejó al menos siete muertos en la Pampa. En los videos se podía ver a mineros pecho a tierra y cubriéndose detrás de sus tolvas, y a lo lejos, humaredas y el estruendo de las balas daban cuenta del enfrentamiento. También pude ver en otras imágenes, los cuerpos baleados de los miembros de uno y otro bando, rodeados del lodo formado de sangre y arena. Claramente no eran mineros, al menos no mineros en faena, pues no llevaban botas de jebe, sino zapatillas normales, vestían jeans y chalecos antibalas, que lamentablemente, les fueron inútiles. Es difícil saber cuántos muertos ha costado y costará la lucha por el poder que han desatado los Guardianes de la Trocha, pues no es extraño que los muertos queden enterrados en alguna poza al interior de la Pampa, quedando confinados a la extensa lista de desaparecidos, en el mejor de los casos. En una entrevista al medio Convoca Verifica, el fiscal provincial de Mazuko, Federico Choque, advirtió que podría haber más de doscientas personas enterradas en fosas clandestinas en La Pampa. 

Alrededor de las seis de mañana llegamos al kilómetro 96, para cambiar la 4 x 4 por unas cuatrimotos y desayunar unos juanes de gallina, que quizás por el hambre o quizás por la hora, se me antojaron los más ricos que he probado en mi vida. A las seis y media, recorríamos la interoceánica a 65 kilómetros por hora rumbo a la Ruta de los Tigres.

A esa hora, motos lineales y moto cargueros, iban y venían caóticas sobre el borde de la carretera que da a La Pampa. Me llamó la atención cómo se habían incrementado las construcciones de material noble (ladrillos). En el 2019, la carretera estaba infestada mayormente de casuchas de madera o planchas de metal con techos de calamina, y algunas pocas construcciones con cemento. Ahora, más del 50% de las construcciones eran de material noble y muchas de ellas tenían hasta dos pisos. Según Pedro, más arriba, hacía el 117, se podían encontrar varios edificios de hasta cuatro o cinco pisos. 

La entrada a la Ruta de los Tigres es estrecha, unos tres o cuatro metros de ancho cuando mucho, y por ella, a esa hora, circulan decenas de trabajadores en sus motos lineales, ataviados con botas de jebe, camisetas (varias de ellas falsificaciones de conocidos equipos de fútbol), pantalones de buzo o cortos y gorras o pañoletas para protegerse del sol. La mayoría cargaba una mochila en la que supongo llevaban el almuerzo del día, agua, y quizás algo más de ropa. Para pasar, todos deben pagar diez soles.  Ahora, si vienes en moto carguero, el asunto dependerá de lo que transportes.  El carguero que entra vacío paga treinta soles solo por ingresar a La Pampa. Si lleva combustible, pagará cuatrocientos soles, y si lleva una moto, una bomba o similar, pagará quinientos soles.

Los primeros quince a veinte metros desde la entrada, están tomados por "puestos ambulantes" para el desayuno de los jornaleros: juane, panes con queso, fruta picada, bebidas calientes (emoliente y otras hierbas), entre otros; todos protegidos con sombrillas de lona playeras rojas, azules y multicolores. Esa era la última oportunidad de comprar algo de comer o tomar, luego, cada uno bailaba con lo que llevara en la alforja. De ahí en adelante, La Pampa es una enorme zona de trabajo cuya única actividad es la extracción ilegal de oro y la sobrevivencia.  

Para circular por las zonas más arenosas de La Pampa, es necesario adaptar los vehículos que se usan. A los moto cargueros se les elevan los ejes y el radiador, mientras que las llantas y los muelles deben ser reemplazados por otras como las que usan los areneros. A las motos lineales basta con elevarles el amortiguador. Para estos trabajos, se pueden encontrar al borde de la carretera, mecánicos y pequeños talleres que se encargan de las adaptaciones. 

El resto de las rutas, es decir, las no arenosas, que yo diría son más o menos la mitad del camino, son trochas afirmadas, algunas incluso recubiertas con algo que me pareció asfalto y bastante anchas (unos tres metros en las partes más amplias).  Este es un cambio importante. En el 2019, no existía esta accesibilidad, sólo se podía ingresar en motos lineales y muchos trechos solo podías hacerlos a pie. Pensar en un flujo diario de trabajadores mineros entrando y saliendo como quien cumple su jornada en una fábrica de tornillos, era imposible. Estas "mejoras" han determinado también un cambio en la forma de organizarse. En el 2019, el modelo era tener campamentos enormes al interior de La Pampa. Estos campamentos tenían todos los servicios y alojamiento para los mineros por días o incluso semanas. Mecánicos, soldadores, carpinteros, cocineros y otros servicios similares, tenían que estar garantizados. A pesar de lo dicho, no imaginemos grandes comodidades, eran tan solo carpas improvisadas, colchones al suelo o mantas enrolladas, largas mesas de madera picada o mal cortadas y bancas viejas o recicladas.  Varios de estos campamentos tenían garantizado también el "entretenimiento" de los mineros:  carpas o cabañas de madera techadas con calaminas, conocidas como "prostibares", con venta de licor y cuartos pequeños en la parte posterior para la explotación sexual de mujeres.

En el modelo actual, no hay tantos de estos campamentos. Los mineros entran y salen en sus motos lineales y casi todo lo necesario para operar puede ser abastecido por los "delivery" organizados desde el borde de la carretera. A manera de ejemplo, si se trata de combustible para los motores, las motos lineales pueden cargar de uno a cuatro "timbos" de gasolina o diesel. Cada timbo tiene capacidad para diecisiete galones, así que una moto puede transportar hasta sesenta y ocho galones en un mismo viaje. Fuera de los peajes que detallamos antes, el costo de un timbo, es de trescientos cincuenta soles cada uno, puesto en la carretera, y ciento cincuenta soles más por trasladarlo hasta la zona de trabajo.

Donde termina la selva

Dejamos atrás el ingreso a la Ruta de los Tigres e iniciamos el recorrido hacia el río Malinowski. En este primer tramo encontramos varios moto cargueros estacionados a los lados y cargados de listones de madera, tablas, combustible, palas y otros implementos. Al parecer, se reunían antes de empezar la distribución de los materiales para tomar desayuno, pues se les veía con tapers de tecnopor y plástico, pequeñas botellas con alguna clase de refresco, conversando y riendo despreocupados. A todos se les veía jóvenes, no más de treinta años. 

Seguimos avanzando y nos encontramos con una bifurcación: por la derecha, un pequeño puente de madera artesanal y por la izquierda, uno más grande hecho pedazos.  Pedro nos explicó que a veces la policía, como una forma de combatir a los mineros, hacía volar los puentes que facilitaban el acceso en donde no era posible habilitar la trocha. Lamentablemente, esta estrategia era poco efectiva. Entre los servicios ahora implementados en la Pampa, existía una especie de cuadrilla encargada de habilitar las rutas que fueran bloqueadas por las voladuras de la policía o por cualquier otro problema, como, por ejemplo, algún sector inundado por las lluvias. Esta cuadrilla, en alerta permanente, acudía de inmediato, y en horas habilitaba lo necesario para que el tránsito no se interrumpiera. Otras veces, la estrategia también tenía su vuelto. Eran los mismos mineros, cuando recibían el dato de un posible operativo policial, los que dinamitaban el acceso por estos puentes para demorar o incluso impedir, la entrada de la autoridad.

A tan solo un kilómetro desde la entrada, la fantasía de la selva terminaba, y ante nuestros ojos aparecía un extenso arenal lleno de enormes huecos inundados por los mineros, con pequeños arbustos por aquí y por allá, que con valentía resistían la depredación circundante. Parados en el arenal, se podía ver, en todos los sentidos, plataformas flotantes sobre las pozas artificiales, algunas trabajando, algunas en proceso de habilitación. 

Estas plataformas o "balsas", como le dicen en la zona, son un Frankenstein armado por los mineros para extraer la arenilla con oro de las pozas. Traten de imaginarse estas "balsas":  su estructura básica está conformada por listones anchos de madera o troncos, todos amarrados entre sí formando lo que sería la "cubierta" de la balsa; esta "cubierta" está a su vez amarrada y sostenida por enormes barriles de metal o plástico que las mantienen a flote. 

Sobre la "balsa" se instala un "traca", que es un artefacto que sirve para manipular la manguera que se sumerge en el agua hasta llegar al sedimento de la poza y que se conecta con la bomba hidráulica que succionará la "arenilla" que yace en el fondo de estas piscinas artificiales.  Para que todo esto funcione, por supuesto, todas estas "balsas" cuentan con potentes motores que permiten llevar "arenilla" desde el fondo hasta la "tolva".  

La "tolva" es una especie de tobogán de madera que tiene su punto más alto a la altura de la balsa (hasta ahí llega la manguera con el material succionado) y su punto más bajo fuera de la poza. De esta forma, la manguera envía la "arenilla" a lo alto de la "tolva" para que se desplace por gravedad. Las "tolvas" están cubiertas de unas alfombras que sirven como colador. Así, el agua se filtra y en las alfombras se queda la "arenilla" que contiene el oro.  El resto del proceso, es decir, la aplicación de mercurio para separar el oro de la arena, y luego el quemado, para que el mercurio volatilice, se suele hacer fuera  de La Pampa.

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Si bien el día estaba nublado, el bochorno empezaba a aplastarnos mientras que el sol pugnaba por mostrarse a plenitud. Eran cerca de las ocho y media de la mañana cuando vimos a uno de los vigías. Es probable que hubiera otros antes, pero no los vimos o reconocimos. Un caballero sin indumentaria de minero, parado cerca de unos arbustos junto a su moto lineal, mirando distraído el desolador paisaje. "Nos están marcando", me dijo Pedro.  Era inevitable, las cuatrimotos no eran un transporte común en la zona, y nuestra indumentaria estaba muy lejos de ser la "moda" en la Pampa. En adelante, nos cruzaríamos con varios de estos vigías, algunos menos recatados que otros, con los móviles en mano haciendo fotografías. 

Casi al final de este primer arenal y antes de entrar a la segunda sección boscosa de la ruta, encontramos una balsa sin gente, y decidimos parar a curiosear de cerca los equipos. Una mujer, de no más de treinta años, con camiseta blanca y un buzo gris, nos observaba mientras sacudía alfombras a unos metros. La saludamos y le preguntamos qué hacía por ahí. Tenía más ánimo de averiguar que de contarnos algo, pero alcanzó a decirnos que a ella la contrataban para lavar las alfombras luego de sacarles la arenilla con el oro y antes de su siguiente uso. Le pagaban 50 soles por jornal. ¿Quién? ¿Por qué?: "No tengo idea", nos dijo. Como si la hubieran teletransportado hasta las alfombras. "¿Y ustedes qué hacen por aquí?", preguntó un par de veces sin aparente interés, mientras espantaba los mechones de su pelo desordenado que el viento le lanzaba sobre el rostro. Nadie dio su brazo a torcer, sus preguntas eran respondidas por las nuestras y viceversa. 

Seguimos ruta, y antes de llegar al segundo arenal, vimos unos letreros de colores clavados a los pocos árboles que deambulaban aterrorizados por ahí.  Uno decía: "Se saca balsa con wincha completa o motor. Llamar: 957334066. También se vende wincha."; otro más colorido y que con un sentido del marketing más desarrollado, decía: "Servicios El Tigre. Se realizan: sacado de balsa con wincha completa o motor. Cel: 900652280.", y junto a este mensaje la foto de una wincha. Como estos, logramos ver poco más de una decena, varios repetidos, pero podríamos decir que había 4 proveedores diferentes, al menos en la Ruta de los Tigres.

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¿Pero qué implican estos servicios?  ¿el servicio consiste en "sacar" la wincha o el motor, pero de dónde los sacan?  Este es otro up grade en la Pampa. De todos los equipos que involucra la explotación ilegal del oro, y quitando las retroexcavadoras y otras maquinarias pesadas que se utilizan para hacer los huecos que se inundan y se convierten en pozas artificiales, los más pesados y valiosos, son sin duda el motor y la wincha, pero sobre todo el motor. 

El costo de los motores depende de su caballaje, los más pequeños pueden costar alrededor de cinco mil soles, los más grandes fluctúan entre treinta mil y cincuenta mil soles; en todos los casos, el minero debe pagar a las mafias que le proveen "seguridad", diez mil soles como cupo por permitirles el ingreso y dejarlos trabajar. Esto convierte a los motores en activos estratégicos, y de alto costo para su reemplazo.

Si bien los operativos de las autoridades a cargo rara vez han podido mantener un efecto sorpresa, lo cierto es que entre que los mineros se enteran de que la policía o el ejército los intervendrá, y esto ocurre, hay muy poco tiempo. En estas circunstancias, los mineros optan por esconder los motores para que la autoridad nos los destruya. Cuando pueden, los camuflan en la vegetación, si es que han dejado alguna, pero si no es posible, tiene que enterrarlos, o simplemente tirarlos a las pozas artificiales. Como los operativos solo duran unas horas, con suerte un par de días, los mineros esperan pacientemente a que se retire la autoridad para desenterrar sus motores o sacarlos del agua. Antes, esta labor la hacían los propios mineros, y ellos mismos, tenían luego que transportar los equipos hasta los talleres en donde se hacían las reparaciones y el mantenimiento necesarios para poner el equipo nuevamente en operación. Un proceso caro, largo y fatigoso. Ahora, tienen proveedores especializados que atienden las "emergencias" en cuestión de horas, con tan solo llamarlos a sus móviles. Con las herramientas necesarias "sacan" la wincha o el motor de la poza o el arenal donde las hayan escondido, y en el mismo sitio se encargan de las reparaciones, salvo que los daños requieran otra clase de trabajo.  Rápido, más barato y eficiente. 

Dejamos atrás esta especie de zona de paneles publicitarios y entramos al segundo arenal, un nuevo desierto lleno de pantanos y pozas. El mismo panorama, la misma tristeza de ver a la naturaleza vencida por el ser humano. Las nubes se diluían con un viento suave que provenía del este y el sol quemaba. He visto decenas de veces lo que la minería ilegal le ha hecho a nuestra selva, pero siempre que vuelvo a estar parado en medio de esta masacre, me invade una especie de impotencia. Es duro ver este desastre, pero es peor quedarse con la sensación de que a nadie le importante realmente, miles de hectáreas devoradas por la codicia a tan solo unos kilómetros de la capital de una región; a vista y paciencia de centenares de políticos (nacionales y regionales) que solo usan la desgracia para sus campañas políticas o como combustible mediático de sus alicaídas gestiones. Impotencia, es quizás la palabra que mejor resume una mañana en la Pampa.

Supuesta comunidad nativa

Cuando faltaban unos 200 metros para llegar a la siguiente zona de bosque, le pedí a Pedro que se detuviera. Me llamó la atención un letrero enorme a nuestra mano izquierda cerca de unos de los bordes del arenal. El letrero tenía de fondo una vista hermosa de una laguna rodeada de abundante vegetación, que me pareció podía ser una foto del Lago Sandoval que está dentro de la Reserva. En la parte superior se podía leer en letras de molde rojas: "Comunidad nativa matschiguenka kamonashiari".  Más abajo, en letras negras, decía: "Base Legal"; "Convenio 169 OIT"; "Decreto ley 22175-ley de Comunidades Nativas y desarrollo agrario"; "Resolución ministerial Nº 0435 2016 MINAGRI"; "Resolución de superintendencia Nacional de los R.P.Nº 122-2013- SUNARP/SN"

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Todas las referencias normativas descritas son genéricas, y regulan en uno u otro sentido el derecho que tienen las Comunidades Nativas en el Perú. Según el Convenio de la OIT y otras normas nacionales, las comunidades nativas nacen sobre la base de los pueblos originarios o indígenas que han habitado un territorio desde antes de la formación de los estados modernos, que comparten una misma identidad cultural, una misma lengua y otras costumbres comunes, que, además, se mantienen en el tiempo. Lamentablemente, es frecuente en el Perú que grupos humanos no originarios, se asienten en territorios no poblados y pretendan reclamar el derecho a ser una comunidad nativa, y, por tanto, el derecho a que se les reconozca propiedad sobre estos territorios. Según me comentaron, eso es justamente la "Comunidad nativa matschiguenka kamonashiari"; un grupo de familias dedicadas a la minería que no son originarias de la zona, y que, además, ni siquiera viven en ella. Van dejando cabañas improvisadas y vacías, letreros como el descrito; hostigando o presionando a las autoridades para, poco a poco, ir generando reconocimientos, inventando una historia que no existe, para luego reclamar los derechos propios de una comunidad nativa, aun cuando no cumplen ni uno de los requisitos.

Esta comunidad en particular no existía en el 2019. No he encontrado ningún antecedente de pueblos originarios en La Pampa. Es tan solo una estrategia más para apropiarse de territorios para su explotación ilegal. Pedro me cuenta que hay otros intentos como este y que algunos de ellos están bastante avanzados.

La Reserva Nacional de Tambopata

Alrededor de las 9:30 de la mañana llegamos al río Malinowski y al frente, majestuosa, la Reserva Nacional de Tambopata. Si bien la Reserva también ha sufrido el ataque de los mineros ilegales, el Sernanp ha sido incansable promoviendo que la Dirección de Capitanías de la Marina de Guerra del Perú y la Policía, redoblen esfuerzos para, al menos, proteger esta zona. También desarrolla constantemente labores de reforestación para recuperar lo que se haya perdido. El resultado se ve, el verdor, la espesura al otro lado del río, contrasta con la raquítica vegetación en la Pampa. 

El Malinowski lucía amarronado y lento, pues en esta época el caudal es bajo. Cerca de la orilla encontramos los rastros de alguna especie de fiesta. Una fogata extinta de mediano tamaño y decenas de latas de cerveza, daban cuenta de las celebraciones de la noche anterior. Las latas eran amarillas y en letras rojas se leía la palabra "Skol", una marca danesa de cerveza que se fabrica en Brasil.  No es extraño encontrar en Madre de Dios productos hechos en este país, uno de mis favoritos es la salchicha calabresa, que si bien le debe su nombre a la región de Calabria en Italia, es un embutido carioca que se elabora con carne de cerdo, tocino y especias, y que en Puerto Maldonado es tan popular como la cecina.  

Pedro se pone alerta, es probable que, si el día anterior hubo pachanga, todavía pueda haber alguien por la zona. Da algunas indicaciones para revisar los alrededores. A menos de veinte metros encontramos una moto lineal tapada con arbustos, y otra un poco más allá.  Seguimos la búsqueda y me topé con un moto carguero que no se alcanzaba a ver desde lejos porque estaba incrustado en una curva del camino. 

Dos motos lineales y un moto carguero eran para la minería ilegal como una hormiga para el Sáhara, pero aun así, algo se despertó en el ambiente, una especie de ánimo justiciero. En minutos y sin que nadie dijera nada o diera alguna indicación, agujerearon los tanques de combustible de los tres vehículos y con retazos de tela armaron improvisados mecheros. En segundos, los vehículos ardían y todos en silencio disfrutábamos la escena. "Que se jodan", pensé, con total inocencia.

Por 1.000 soles

Volvimos a las cuatrimotos. Pedro propuso, antes de emprender el regreso, una última visita. Si bien Malinowski divide la Reserva de Tambopata de la zona de amortiguamiento (nosotros estábamos del lado de la zona de amortiguamiento), en algunos sectores hay pequeños espacios de la Reserva que están de este lado del río. Esto se debe a que los ríos en la selva baja (también denominados meándricos), son muy sinuosos, y van modificando su cauce por la erosión en tiempo de crecientes, cambiando su curso constantemente y generando pronunciadas curvas que rompen el bosque. En otras palabras, los ríos se mueven.

Desde donde estábamos hasta el pedazo de Reserva más cercano, había poco menos de medio kilómetro avanzando en paralelo al río Malinowski. La ruta era estrecha, básicamente de tierra y bastante irregular, un camino hecho probablemente a fuerza de pasar una y otra vez por su sendero. 

La cuatrimoto en la que iba fue la última en llegar. La comitiva se había encontrado con una poza en donde cuatro hombres trabajaban para instalar un "balsa" e iniciar la extracción de oro. Los mineros estaban sentados a un lado mientras los interrogaban. "¿Saben que están en la Reserva, no?", "Ahora se van detenidos", les dijeron. En la poza ya había un "balsa" armada con sus mangueras, la bomba de succión y la "traca". El motor todavía no estaba montado en la "balsa" y la "tolva", si bien lucía terminada, no tenía la estructura de base para ser instalada por encima de la "balsa" y así conectarse con las mangueras. Había también varios timbos de combustible repletos. Según me dijeron, por el estado en que encontramos la habilitación de la "balsa", las operaciones de extracción estaban a punto de empezar.

Los mineros no parecían asustados, pero sí preocupados. Dos de ellos no pasarían los treinta años, y los otros estarían bordeando los cuarenta o cuarenta y cinco. Todos llevaban botas de jebe, pantalones cortos y camisetas; sus rostros y brazos quemados por el sol lucían brillosos por el sudor. "¿Para quién trabajan?, ¿saben que es delito?", "¿saben que están en la Reserva?". Solo los mayores respondían, rumiaban monosílabos, con desgano, con impotencia, mientras chacchaban hoja de coca, una hierba popular en el Perú, que sirve, entre otros usos, para proveer energía en las labores de campo 

Cuatro mineros no estaban en faena, se estaban preparando. Este grupo en particular, cargaba a cuestas al menos unos dos o tres días armando la infraestructura necesaria para la explotación. Hasta ese punto no habían ganado ni un centavo, todo su esfuerzo era "inversión", un trabajo no remunerado que ahora se perdía sin remedio y ellos lo sabían.

Terminada la instalación, esa "balsa" produciría dos "alces" al día. En cada "alce", se obtendría aproximadamente 200 gramos de oro. Para lograr esto, se requiere al menos diez mineros que se dividen el trabajo en dos turnos. Cada minero gana un aproximado de 1,000 soles semanales, pero estos cuatro hombres en específico, no recibirían ningún pago esta semana, pues ni siquiera iniciaron operaciones. 

Cuatro mil soles al mes, en el mejor de los casos, no es precisamente una fortuna, más aún si consideras que puedes terminar preso, herido o muerto. Estos mineros son parte del sistema, pero no los que realmente se benefician, son apenas accesorios de las mafias que controlan el negocio. De acuerdo con la policía, para junio de 2024 se calculaba que en la Pampa funcionaban 1.500 "balsas", es decir, unas 15,000 personas dedicadas en forma directa a la explotación del oro, esto sin contar a los que se dedican a los demás servicios que, como hemos visto, son necesarios para el funcionamiento de la maquinaria. Todos fusibles.

Cualquier victoria cuenta

Durante el trayecto vimos varias "balsas" operando o en fase de implementación, pero ni siquiera nos acercamos. ¿Qué había cambiado?  ¿Por qué esta vez nos habíamos detenido? No era el momento de preguntar. Mientras yo me cuestionaba estar parado en medio de la Pampa con cuatro mineros ilegales y una "balsa" a medio armar, mis acompañantes ya estaban empeñados en inutilizar el motor a punta de martillazos, mientras otros dos se encargaban de los timbos de combustible. Todo pasaba muy rápido, los mineros miraban frustrados como su semana de trabajo se iba al agua, mientras se inutilizaba todo lo que era posible, mientras yo me preguntaba si todo esto que iba ocurriendo era seguro. Creo que incluso lo dije en voz alta. Segundos después, todos subimos a las cuatrimotos, como un grupo de niños huyendo después de tocar un timbre. Lo último que escuché antes que los motores de nuestros vehículos me aislaran de cualquier otro sonido, fue alguien dejando una última advertencia a los mineros: "Hoy están con suerte, la próxima se van presos."  

Durante el viaje de regreso, que nos debe haber tomado la mitad de tiempo que la ida, vimos, ahora con claridad, por lo menos unos cinco vigías. Uno de ellos, desfachatado, nos apuntó y siguió con su móvil como si de un video de tratará. Entre la velocidad, los cambios de rumbo para evitar los montículos de tierra y lo irregular de territorio, un par de veces por poco termino enterrado en el arenal; tuve varias veces que impulsarme con el pie para mantener el equilibrio y no caer. Pasadas las doce del medio día, llegamos nuevamente al ingreso de la Ruta de los Tigres y retomamos la interoceánica.

De regreso en el kilómetro 96 para cambiar las cuatrimotos por las 4x4, pensé en indagar por lo que había pasado. ¿Por qué hicimos lo que hicimos?   No había una respuesta clara, pero en esta guerra tan desigual, hay también sus reglas, sus entendidos, sus límites. "En la Reserva no, pues", me dijo Pedro. "Y ellos lo saben", añadió. 

Como cuando inutilizamos las motos y el moto carguero, esta fugaz intervención a los cuatro mineros tenía más sabor a protesta que a deber cumplido, más movida por impotencia que por valentía. Todo sirve en una guerra. 

Esta frontera entre la Reserva y su zona de amortiguamiento, ese pedazo de tierra en constante conflicto, me recuerda al Frente Occidental (frontera entre Alemania y Francia) en la Primera Guerra Mundial, tan bien retratado en la novela Sin Novedad en el Frente. Cientos de escaramuzas y balaceras, tierras arrasadas, hombres y mujeres vejados y abusados, decenas de muertos, son el saldo de una guerra cuya frontera casi ni se me mueve. Se gana un kilómetro para perderlo en la siguiente semana, o quizás antes.

Pero no vale rendirse, eso me enseñó mi buen amigo Víctor Zambrano, un luchador ambiental con decenas de años dedicado a combatir a la minería ilegal en Madre de Dios, un hombre incansable y obstinado, para el que todas las victorias, por más pequeñas que sean, cuentan.


1. Las zonas de amortiguamiento son áreas adyacentes a las Áreas Naturales Protegidas que sirven como un espacio de transición entre el área protegida y las zonas circundantes habitadas o con actividades humanas, minimizando los impactos negativos de estas actividades en el área protegida.

2. https://www.actualidadambiental.pe/mineria-ilegal-en-la-pampa-se-incremento-cuatro-veces-mas-en-los-ultimos-dos-anos/#:~:text=Incrementa%20el%20número%20de%20pozas%20activas&text=Al%20observar%20la%20cantidad%20de,triple%20en%20apenas%20dos%20años.